Vuelo MH370: el lado oscuro de la experiencia vivificante de viajar

Esencia de la nota:

Lejos del ánimo que siempre me invade al proyectar una nueva nota sobre una ciudad que recomiendo conocer y comenzar a querer, me encuentro hoy con que me resulta imposible no realizar algún comentario sobre el vuelo MH370 de Malaysia Airlines que unía las ciudades de Kuala Lumpur y Beijing. 
En los días que transcurrieron desde su desaparición el 08 de marzo pasado (al momento de este post todavía no se conoce el destino que este vuelo y sus pasajeros han tenido), se han tejido las mil y una hipótesis sobre qué puede haber sucedido.
Por eso pensé en escribir estas líneas desde una perspectiva diferente; sucede que yo misma hice ese vuelo de Malaysia a China en setiembre del 2011, por esta misma aerolínea. 
Desde el momento que me enteré de su desaparición he tenido un único pensamiento: ese avión podría haber sido mi avión.

Antecedentes:
Para explicar la coincidencia, debo recurrir a un par de aclaraciones previas: hasta el año 2011, era posible viajar de Argentina y dar la vuelta al mundo para llegar a China por medio de tres opciones de vuelo:
* volar por Air Canadá via Toronto y de allí hasta Beijing
* volar por British Airways vía Londres, por supuesto.
* volar vía Ciudad del Cabo y luego Kuala Lumpur para llegar a Beijing, con Malaysia Airlines.
A partir del 2012, Malaysia dejó de operar desde Ezeiza, el aeropuerto de Buenos Aires, y fue reemplazada por Emirates; este cambio por razones obvias permite también llegar a Beijing vía Dubai.
De las tres posibilidades que en el 2011 tenía, opté por sumarme a la salida grupal acompañada que viajaba a China con Malaysia. El bonus track del viaje y que resultaba irresistible para mí, era la posibilidad de pasar 2 noches en Kuala Lumpur y conocer la ciudad.
Para los argentinos, pese a la enorme distancia que nos separa, la capital de Malaysia no es del todo desconocida; su ya mítico emblema como son las bellísimas Torres Petronas han surgido del genio creador del arquitecto César Pelli, un compatriota que es orgullo para muchos de nosotros.
La ciudad no me defraudó; posiblemente sea un tema que merecerá un post aparte en el futuro. Quizás por ese cariño especial que guardo por cada ciudad que conocí, es que siento una profunda pena y angustia por todo lo ocurrido.

La aerolínea:
Hasta el momento de la desaparición, Malaysia Airlines gozaba de un excelente récord de seguridad y cumplimiento en sus vuelos. 
Sin embargo, tras este incidente inexplicable todavía, las demoras en la comunicación de la información, las imprecisiones sobre la posible localización de la aeronave y quizás, no plantear claramente de entrada las hipótesis que se fueron sucediendo con los días, seguramente va a mermar en gran parte el prestigio obtenido durante décadas.
Como pasajera, me da rabia que ello suceda.
El avión de Malaysia era un monstruo enorme, casi una ciudad aérea podría decirse. 
A pesar de su magnitud y de viajar en clase turista, me brindó un servicio mucho mejor que el que puedo encontrar en tradicionales líneas europeas. El servicio a bordo, las opciones de entretenimiento (un dato no menor considerando las extensas horas de vuelo), la atención cálida de sus azafatas vestidas con los tradicionales batik (vestidos largos de seda con flores tipo hibicus), hicieron que realmente fuera un viaje placentero, largo por supuesto, pero llevadero.
La experiencia de conocer el aeropuerto fue también de primera, al ser uno de los más modernos del mundo.
Hay monorieles de última generación para conectar entre una terminal y la otra, infinitas zonas donde aguardar por las conexiones, zonas vip para aerolíneas top, un patio o zona para comer con las más extensas posibilidades y una galería comercial con lo mejor del diseño internacional y del propio país. Y sobre todo, la cordialidad  y sencillez de su gente.
Quizás lo que más me impactó fue el enorme invernadero que se alza en el corazón del aeropuerto; un reflejo de la riqueza natural y casi indómita de Malaysia.
 
El lado oscuro:
Frente a hechos como éste, una punzada en la boca del estómago aparece y me hace recorrer frío por la espalda: amo viajar y agradezco todo lo que me ha enseñado, pero lo cierto es que ignoramos, o mejor dicho, cerramos los ojos para no pensar en los riesgos a los que podemos estar expuestos.
Una falla mecánica debo aceptarlo y convivir con la mínima chance que ocurra, pero un acto deliberado de atentar contra la vida de los pasajeros supera cualquier raciocinio. 
Tal vez haya sucedido esto con el vuelo MH370, tal vez no. No podemos saberlo aún.
En este caso en particular, pienso en mis padres, en mis amigos, qué hubiera ocurrido si el vuelo desaparecido hubiera sido el mío. El contingente a China lo conformábamos más de 40 argentinos; familias al otro lado del mundo se habrían visto envueltas en una pesadilla al no obtener respuesta sobre la suerte de sus seres queridos. Es por eso que acompaño a los familiares y a los pasajeros con las oraciones desde esta parte del mundo.

Lo que viene:
Aunque lo neguemos de entrada, los viajeros por placer o por negocios sabemos lo que nos depara el futuro como consecuencia directa de lo ocurrido con el vuelo de Malaysia: mayor cantidad de controles a la hora de abordar un avión.
Pero lo que espero que realmente ocurra es la incorporación de nueva tecnología que permita rastrear el vuelo en todo momento: llámenlo GPS, sonar a prueba de explosiones, comunicación a prueba de cualquier sabotaje; en una era donde casi todo es posible desde el punto de vista tecnológico (salvo la teletransportación y por ahora), es inconcebible pensar que pese a los esfuerzos mancomunados de países que hoy son potencia, el mundo permanezca en vilo por el vuelo MH370.
De nuevo, no queda más que rezar por el consuelo de las familias y la paz de quienes, como alguna vez yo lo hice, despegaron rumbo a Beijing.


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